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TEXTO

DEBORAH

COLKER

En 2021, en una charla con mi amiga-hermana Ana Luiza Marinho, expresé mi antiguo deseo de coreografiar “La consagración de la primavera” de Igor Stravinsky. Ana inmediatamente se animó y me dijo: puedes traerla a Brasil, para nuestra foresta, para nuestras riquezas. Comenzamos a soñar con un puente entre el clásico y el ancestral, entre los campesinos rusos y nuestros pueblos originarios. Casi una antropofagia con el polémico ruso Stravinsky. Yo quería bailar un Brasil de antes de 1500 y consagrar caminos evolutivos.

 

El tema es actual y urgente. Pensadores, evolucionistas, pueblos originarios y mitos de creación, con sus cosmovisiones, han habitado indiscriminadamente mi proceso de creación. Con dos serpientes en mi cabeza y con los bambúes que simbolizan tolerancia y flexibilidad y que están en continuidad con los cuerpos de los bailarines, fui bordando el agua, el fuego, el aire y la tierra. Casi como una niña, transformé los bambúes en barco, casa, lanza, suelo y cielo. La dramaturgia del espectáculo pasea, desde cuando no existía nada y solo había oscuridad, hasta la abuela que, como aprendí de los indígenas, inicia, a través de su pensamiento, el mundo.

 

Fui en busca de las bacterias, los herbívoros, los cuadrúpedos, la caza y la negociación entre nuestro planeta y el Buitre-rey, que, al ser dueño del fuego, entrega el fuego a los pueblos del suelo. La escena sobre este mito de la cosmovisión Kuikuro es narrada por Takumã Kuikuro. También tenemos a Abraham como personaje que sale en busca de sí mismo, desprendiéndose de su propia cultura. Nilton Bonder trajo a Eva negra y africana que da origen al reconocimiento de la desnudez y de un cuerpo modificado que transgrede y sale del paraíso.

 

El viaje al Xingu, durante el Kuarup, la convivencia con los Kalapalo y Kuikuro y el contacto directo con sus canciones, danzas, luchas, pinturas e historias fueron fundamentales para "La Consagración". Fue el comienzo de encuentros preciosos, siempre en compañía atenta de João Elias. Angela Pappiani, con su profundo conocimiento sobre los pueblos originarios y motivada por la intención de contemplar la mayor cantidad de aldeas posible, nos ayudó a encontrar canciones indígenas de diferentes lugares, que Alexandre Elias utilizó para hacer el bordado musical de lo primitivo con lo clásico instrumental de Stravinsky.

 

"La Consagración" celebra y consagra las conquistas humanas. Con ella, concluimos esta trilogía primitiva, ancestral y reflexiva precedida por "Cão sem Plumas" y "Cura".

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