Por
NILTON
BONDER
La curación no es un tema, es un grito.
Un grito humano, hecho de dolor y de protesta, de sentido y de juicio.
El afecto humano es profundo y ha evolucionado por inervación y capilaridad desde lo físico hasta la emoción, la razón y el alma.
La curación nace de la tensión entre la curación en la expectativa humana y la curación posible. Nace de la audacia materna, expresada en el inconformismo y la indignación de Deborah, que dialoga con la audacia de la civilización y la ciencia. Esta conversación entre la revuelta y la revolución expone la dimensión del dolor humano por la que "una pequeña herida en el cuerpo causa una extensa herida en el alma" *. Alma que se inflama en imaginarios e interrogatorios.
La curación es la batalla en torno a un derecho que va más allá de lo humano: la fe en que "si algo puede ser dañado, entonces puede ser restaurado "*. Una lucha que alía las estrategias del cuerpo con la inteligencia y sus ciencias, y con los mitos y ritos y sus trascendencias.
Junto con los bailarines, visibles e invisibles, bailan personajes y textos.
En la batalla física, el niño mágico, Theo, de cuerpo diverso y preguntas mutantes. En el emocional, el niño Obaluaê que, nacido con heridas, abandonado en la orilla del mar, es cuidado y curado por Iemanjá. Al sufrir en la piel, adquiere poderes para superar los males, curando y causando enfermedades. En el plano intelectual, Stephen Hawking, que se cura libre del cuerpo, refugiándose en su mente. Y en el choque espiritual, Leonard Cohen, que negocia con fuerza su entrega a la finitud. También bailan el terapeuta Jesús en trascendente ligereza sobre las aguas de la vida; y Miriam, la profeta danzante a la que se le hace la súplica "¡Por favor, cúrala!".
Los textos coreografían las letras de las dobles hélices del ADN, la "sopa de letras" de la vida, las palabras de orden de las emociones y las frases de ayuda de los salmos.
La curación es un grito; es un grito de dolor, de petición, de guerra y de alegría, que reúne todos los recursos inmunitarios y humanitarios en una alianza para la curación. La ciencia, la fe, la solidaridad y la ascendencia son el cóctel y el elixir.
Y la cura deseada es nada menos que "la cura de lo que no tiene cura". Utopía o blasfemia, los humanos saben que la muerte es una estrategia de vida. Y se atreven al grito que resuena pidiendo que se reconsidere una nueva condición. Que no sólo haya reparación y rehabilitación, sino rescate, como curación definitiva.



